lunes, 30 de agosto de 2010

ACTOS FALLIDOS


Un acto fallido puede entenderse como un desliz o una falta, que casi siempre en el contexto en que se practica posee una importancia aparentemente insignificante, pero con un origen profundamente oculto en una cadena de ideas previas que pueden conducir al inconsciente del individuo, revelando de un modo muy sutil algunos de sus entendimientos, disimulados y deformados a veces, tanto por la mente inconsciente como por la consciencia de la persona que consuma el acto fallido.
Según el Diccionario de Jean Laplanche y Jean Bertrand Pontalis: “Acto en el cual no se obtiene el resultado explícitamente perseguido, sino que se encuentra reemplazado por otro. Se habla de actos fallidos no para designar el conjunto de los errores de la palabra, de la memoria y de la acción, sino aludiendo a aquellas conductas que el Individuo habitualmente es capaz de realizar con éxito, y cuyo fracaso tiende a atribuir a la falta de atención o al azar. Freud demostró que los actos fallidos son, como los síntomas, formaciones de compromiso entre la intención consciente del sujeto y lo reprimido.”
Para comprender el mecanismo de los actos fallidos debe entenderse algo de suma importancia. Los pensamientos que acuden a nuestra mente no surgen al azar, sino que poseen una causa, sirviendo a su vez como causa de otros pensamientos. En este sentido podemos decir, que incluso en la caja mágica de nuestra psiquis obra la ley de causalidad, no hay efecto sin causa, no hay causa sin efecto. Nadie puede invocar en su mente pensamientos al azar, pues estos poseen siempre un origen o causa bien definida. Podemos entender nuestras ideas como una inmensa cadena donde cada eslabón (pensamiento) es origen de otro. Vale aclarar también que los sentidos tienen gran influencia sobre esta cadena de pensamientos y muchas veces cuando pensamos haber sido sorprendidos por una palabra o idea al azar, luego confirmamos que ha llegado a nuestra mente a través de uno de nuestros sentidos, ya sea directamente por insinuación visual o como un estímulo auditivo, invocando una idea latente en la mente pre consciente. Del mismo modo queda sentado, que cualquier pensamiento, idea o acto, posee una causa bien definida en nuestra psiquis, que a su vez, ha sido originada por otro eslabón de la cadena, hasta llegar al estímulo que ha actuado sobre nuestros sentidos desde el mundo exterior.
Freud distingue distintos tipos de actos fallidos.

Verbales: Pueden darse en varias circunstancias. Cuando se dice lo contrario a lo que quiere transmitirse, por ejemplo, el Presidente de la Cámara de Diputados que dijo: “Compruebo la presencia en el recinto de un número suficiente de señores diputados, y por tanto declaro cerrada la sesión”, cuando realmente la intención era abrir la sesión, de lo que interpretamos fácilmente que el plan del individuo era terminar brevemente aquella reunión. Otro acto fallido verbal se produce cuando se condensan las ideas. Por ejemplo, un profesor de anatomía pregunta a sus alumnos si han comprendido la clase, al obtener una respuesta positiva de todos, comenta -“Las personas que entienden de estos temas pueden contarse en esta ciudad con un dedo... perdón, con los dedos de una mano”-. Por último están los actos fallidos verbales donde se mezclan dos ideas en una misma palabra quedando esta deformada.

De lectura: Ocurren durante la lectura, comúnmente se atribuyen al cansancio y el agotamiento. Suele cambiarse una palabra por otra, puede ser la causa la similitud fonética, o puede tratarse de una idea que preocupaba el lector antes de abordar la lectura, encontrando expresión en la sustitución de una palabra que le resultara poco importante por otra que simbolizara sus cavilaciones.

Auditivos: Se experimentan cuando se escucha algo distinto a lo que se ha dicho sin que exista afección en el sentido del oído.

Olvido de intenciones: Se manifiesta cuando alguien olvida alguna intención o cita. La tendencia perturbadora en este caso es siempre contraria a la perturbada. Un ejemplo podría ser una persona que olvidara habernos invitado a cenar en su casa. En este caso podría considerarse que el anfitrión no tenía muchos deseos de recibirnos, pero hay que ser muy cuidadosos al juzgar en estos casos, ya que podría deberse a la invocación en el anfitrión del recuerdo de una situación vivida ajena a nosotros mismos.

Olvido de nombres y de palabras: Algunas palabras pueden quedar excluidas de la memoria debido a su vinculación con ideas desagradables o situaciones displacenteras. Como ejemplo cito el caso de la mujer que olvida el nombre del novio cuando intenta presentarlo ante una amiga. Aclaro que en estos casos el olvido suele ser ocasional, como si la palabra se hubiera borrado de nuestra mente inexplicablemente por unos minutos.

Olvido de hechos y situaciones: Esto funciona como un mecanismo de defensa. Algunas experiencias por traumáticas o desagradables, son borradas de la memoria.

Pérdida de objetos: Se experimenta cuando alguien pierde un objeto proveniente de una persona que invoca algún sentimiento displacentero en el individuo. Un ejemplo evidente es la mujer recién casada que pierde el anillo de bodas.

Intenciones trastocadas: Es una mala jugada que nos juega el inconsciente para complacer nuestros reales deseos de alguna manera. Un ejemplo es la persona que debe enviar una carta pero no desea hacerlo, cuando se decide olvida escribir el destinatario o ponerle el sello.

sábado, 14 de agosto de 2010

LA DISTORSIÓN DE LA REALIDAD


En nuestra vida cotidiana todos tenemos múltiples distorsiones de la percepción. Digamos que es del todo natural que una determinada música nos “transporte” a otra época, o el olor de un perfume nos ponga en “contacto” con la persona amada, o el sabor de un alimento nos recuerde a la comida que hacía nuestra abuela, etc.
La “distorsión de la percepción” a modo de “flash back” es la causa directa de lo que nos ocurre a veces con las personas. Podemos llegar a un sitio y sin intercambiar ninguna palabra, tal o cual persona nos cae bien o mal. En la vida cotidiana a ese fenómeno le solemos llamar química o buenas vibraciones.
En realidad nunca hay un primer encuentro, todos son encuentros en el inconsciente. Resulta que la forma de mirar de esa persona, su tono de voz, el color de sus ojos o lo que sea (percepción actual), nos pone en contacto de forma inconsciente, con alguna figura significativa de nuestra vida: puede ser que esa persona me caiga bien porque tiene la misma mirada que mi madre, pero a otra no la aguanto porque tiene unos gestos idénticos a los de un severo profesor que tuve en la infancia (percepción del pasado).
La carga afectiva de la percepción del pasado se ha deslizado a la percepción actual, modificándola y configurando nuestras fobias y nuestras filias.
Todos somos “sensibles” a determinados temas. Si por ejemplo, se han tenido problemas no resueltos con la primera autoridad (la figura paterna), cualquier estímulo que se perciba como autoritario, despertará en nosotros una profunda ira. Ira que será desproporcionada en relación al momento presente.
Pues bien, en el seno de una psicoterapia, estas distorsiones llegan a tener la categoría de verdaderos trastornos de la percepción, porque la carga patológica y de sufrimiento que conllevan, es de altísima intensidad para los pacientes.
Imaginemos que hemos sufrido hace unos años, un accidente de coche muy aparatoso con vuelco incluido y que lo que más recordamos de él, es el fuerte olor a gasolina y el pánico que sentíamos al imaginar el posible incendio del vehículo.
Ahora trasladémonos al presente. Imaginemos que vamos con un amigo en su coche y empezamos a percibir un fuerte olor a gasolina. No importa por donde circulemos y a la velocidad que lo hagamos, porque de pronto, por un trastorno de la percepción, empezaremos a sentir una gran angustia que no podremos controlar.
Que nos ha pasado? Pues que el trauma que permanecía oculto y silente (reprimido) en las profundidades de nuestro psiquismo, ha sido activado por una percepción actual (el olor a gasolina), que a modo de estímulo gatillo ha “disparado” el afecto reprimido (la angustia), con la consiguiente sintomatología: sudoración, opresión en el pecho, miedo, etc.
A continuación voy a relatar la experiencia traumática de un paciente, donde se ilustra de forma clara todo lo anterior:
Se trata de un hombre de 38 años al que llamaré Andrés. Era muy educado y sensible. Trabajaba como alto ejecutivo en una famosa multinacional. Era hijo único y vivía con su madre. Sus padres se separaron cuando él tenía 11 años.
En el transcurso de su psicoterapia, me contó una anécdota que le había sucedido en un vuelo trasatlántico y que le avergonzaba sobremanera. Gracias a esa información y al trabajo posterior, pudimos profundizar y resolver su relación familiar.
Me conto que mientras volaba en clase preferente rumbo a América, se le ocurrió pedirle a una azafata, unos canapés. La azafata era una mujer de unos 50 años y de aspecto bonachón. Esta, le contesto de manera extremadamente amable y sumisa que no quedaban canapés. Para su asombro, se vio exigiéndole en mal tono, que fuera a cerciorarse si quedaba alguno. La azafata, visiblemente nerviosa y azorada, le comunico de nuevo que se habían agotado, ofreciéndole a cambio cualquier otra cosa que pudiera desear.
Yo sin saber porque - refirió Andrés- me irrite de pronto y empecé a subir el tono de voz
La conducta sumisa y llorosa de esa mujer, en vez de pena, me provocaba cada vez una ira más incontrolable. Sentí, para mi vergüenza, hasta cierto placer en perder los nervios y al final ya medio histérico, le exigí una hoja de reclamaciones.
Una vez en el hotel- prosiguió Andrés- recuerdo que no pegue ojo en toda la noche. Estaba muy avergonzado y confuso por todo el episodio. No me reconocía en mi conducta y sentía una gran pena por lo mal que se lo había hecho pasar a esa buena mujer.
¿Qué pudo pasar por la cabeza de mi paciente? En realidad, como comprobamos en la terapia, Andrés sufrió un “trastorno de la percepción”, en el sentido de que la conducta sumisa de la azafata (percepción actual), le conectó con actitudes y maneras sumisas que había visto y sufrido frente a su propia madre (percepción del pasado). Andrés tenía una madre “tan buena” que nunca se pudo enfrentar a ella y todos los resentimientos los tuvo que reprimir en su inconsciente.
En el aquí y ahora del avión, la conducta “maternal” de la azafata, actuó como un detonante, “sacando” de forma violenta toda la rabia reprimida hacia la madre pero actuada sobre la azafata de manera inconsciente.
Ese episodio catártico, junto con el trabajo terapéutico de interpretación y elaboración del conflicto ambivalente (amor/odio) hacia la madre, sirvió para normalizar la relación con ella. Andrés comprendió y aceptó la rabia largamente reprimida, liberándose de esa manera del conflicto psíquico que sufría desde hacía muchos años.
Es muy posible que a alguno, este relato, le parezca un argumento más o menos retorcido de psiquiatra, pero os aseguro que la realidad siempre supera a la ficción.
Es probable que a partir de ahora, podías empezar a entender un poco más, las fobias y filias que sentimos por determinadas personas. Unos se ponen de los nervios con los niños, algunos veneran a los ancianos, otros no pueden con los pedantes y algunos se suicidarían cuando aparece un grupo de adolescentes.



Eduardo Cabau

miércoles, 11 de agosto de 2010

MITOMANÍA


La mitomanía es el trastorno psicológico caracterizado por mentir de forma compulsiva y patológica. Se falsea la realidad para hacerla más soportable
Cuando mentir se convierte en un hábito, cuando mentir es la única forma de relacionarnos con los demás, hablamos de mitomanía. En la mitomanía quien la sufre puede tener un carácter con rasgos paranoides. Desfigura la idea que tienes sobre si mismo y la magnifica como en un delirio de grandeza u oculta datos con mentiras. Se diseña una historia y se la cree.
Es un impulso irrefrenable de mentir, no es en sí una enfermedad (aunque hay profesionales de la salud mental que ya la consideran una enfermedad) pero si es un síntoma de que esa persona psicológicamente no está bien.
Los especialistas comentan que el mitómano tiene una tendencia patológica a deformar la realidad.
Se miente pensando se ganará prestigio, se mejorará la imagen que los demás tienen de él.
Se puede mentir para manipular a las personas o por hacer daño.
No es algo inofensivo. Tiene efectos negativos sobre quien la padece y sobre quienes la sufren.
El mitómano comienza a perder credibilidad entre su entorno.
El mitómano pasa inadvertido mientras no hablas con él/ella. Una vez estableces una relación comienzan sus mentiras y al final son tantas que acaba siendo desenmascarado. Por ejemplo el caso de Enrique. Solía presumir ante sus amigos y compañeros de trabajo de sus viajes en Europa. Hablaba de los hoteles donde se había alojado, los restaurantes que conocía, el menú que pedía en estos lugares. Estocolmo, París Madrid eran ciudades de su itinerario. Describía todo de forma precisa con muchos detallas de tal forma que todos le creía, hasta que un día fue descubierto. Por temas de trabajo debía ir a Estados Unidos en viaje de negocios, resultó que no solo no tenía pasaporte para viajar a Estados Unidos, sino que no había salido de los limites de su región.
La mitomanía no es inofensiva. Al contrario, tiene una serie de efectos en distinto nivel. En el plano social, el mitómano comienza a perder credibilidad y se lo categoriza como el “cuenta cuentos”. A nivel familiar, es visto como una persona poco confiable y desde el punto de vista de las amistades, éstas tienden a alejarse o bien la persona termina apartada del grupo.
El peor escenario es cuando la mitomanía afecta a terceras personas. Esto ocurre cuando la “manía” de mentir está presente en personalidades antisociales, principalmente en estafadores. En ellos, el “modus operandi” del delito es el engaño para conseguir dinero o bienes. Hay casos emblemáticos y el falso Rockefeller es uno de los más famosos del mundo. El falso Rockefeller, Chirstophe Rocauncourt se hizo famoso y perseguido en Estados Unidos. Se hacia pasar por un pariente del productor italiano Dino De Laurentis, otras veces decía era nieto de Sofía Loren, o un miembro de la familia Rockefeller. Fue detenido en el Logró codearse en los círculos sociales más elitistas de Nueva York, Hollywood y Miami. Una vez había establecido contactos, estafó y embauco hasta acumular millones. Entre 2000 por la Policía pero escapo y 10 años más tarde finalmente fue detenido por la policía de Canadá por numerosas estafas cometidas en Vancouver. En la actualidad continúa en prisión.



Fuente:. revistanos.cl

FOBIA ESCOLAR


La fobia escolar o el rechazo al colegio que es como prefieren llamarle los expertos, se aplica cuando un niño desarrolla ansiedad por tener que ir al colegio. El niño puede manifestar síntomas somáticos como dolor de estómago, nauseas o mareos. Algunos autores creen que la fobia escolar es una característica de otro trastorno que se da en la infancia, el trastorno de separación o TAS.
En el trastorno de Separación que se da sobre todo en niños de 1 a 6 años puede haber rechazo a ir al colegio pero sobre todo por el miedo a separase de los padres no por implícitamente por algo sucedido en la escuela.
La fobia escolar se distingue del trastorno de separación. En la fobia escolar hay un temor específico relacionado con el colegio, compañeros, profesores. En el trastorno de separación el temor es por separarse del entorno, la casa, los padres y enfrentarse a otro entorno desconocido.
En algunos casos el TAS o trastorno de ansiedad de separación conlleva la fobia escolar. Aunque algunos autores han considerado a la fobia escolar como una manifestación del TAS, se puede temer y evitar la escuela por motivos diferentes al de la ansiedad por separación, tal como es el caso de muchos niños con rechazo escolar. La fobia escolar también es muy frecuente en niños con trastorno de ansiedad excesiva (generalizada), trastorno por evitación (fobia social), trastorno obsesivo-compulsivo o depresión.
Un niño puede tener fobia escolar, rechazo profundo de ir al colegio ansiedad anticipatoria, estando nervioso días antes de tener que ir al colegio. La fobia escolar se refiere a la negativa prolongada de ir al colegio, por algún tipo de causa emocional relacionada con el colegio.
Porque, ha tenido algún problema con algunos compañeros (ser víctima de burlas, acoso, o violencia por parte de sus compañeros). Si percibes que tu hijo no quiere ir al colegio trata de averiguar si le ha sucedido algo con sus compañeros. Habla con sus amigos, el profesor o tutor.
También puede haber tenido algún problema con algún profesor o profesores. Esta situación produce ausencias prolongadas al colegio.
Permanecer en casa con el conocimiento de los padres cuando se debería estar en el colegio.
Ausencia de características antisociales como mentiras, robos, conducta sexual inadecuada, vandalismo, vagabundear.

La edad de comienzo si bien se puede dar en todas las edades hay picos de edades más comunes como:
*Entre los 3-4 años
*Entre los 5-6 años
*Entre los 11-12 años
*Entre los 13-14 años

Estas edades coinciden con los cambios de ciclos, de preescolar a la educación básica, o al Instituto etc. En niños pequeños el comienzo suele ser más repentino. En adolescentes el desarrollo del rechazo al colegio es más gradual y también más grave.
Cuanto más tarde o más gradualmente comienza el la fobia social o rechazo al colegio peor es el pronostico.
En niños pequeños tal vez no den razón alguna por el rechazo, simplemente o quieren ir a colegio
En niños más mayores puede empezar por quejas vagas, “el profesor es antipático, los niños me pegan”. Se desarrolla una actitud de retraimiento y desgana por ir al colegio.
La negativa a ir al colegio está acompañada de ansiedad incluso síntomas físico como:
*Nauseas
*Dolor de cabeza
*Diarrea
*Dolor abdominal
*Dolor de garganta
*Rechazo al profesor o a la situación temida.


Fuente: revistanos.cl

martes, 27 de julio de 2010

EL ENFERMO IMAGINARIO - LA HIPOCONDRÍA


Seguro que todos conocemos a alguien que aparentemente siempre está enfermo, y ello es debido a que no se le diagnostica clínicamente ninguna dolencia, sin embargo la enfermedad que él padece radica en su alma. Por ello le llamaremos cariñosamente tal y como hizo Moliere, el enfermo imaginario.
Este tipo de enfermo no tiene identidad social determinada, puede encontrarse dentro del entorno familiar o social y ser nuestro padre o nuestro más íntimo amigo.
El objetivo del hombre que genera esta enfermedad emocional es llamar la atención, utilizando para ello la herramienta del sufrimiento. Esta persona observará obsesivamente los comportamientos de su cuerpo interno o externo y siempre encontrarán diferentes molestias que le perturbaran. Visitará al médico pero mientras tanto provocará preocupación en su entorno. Su vida girará envuelta por la pena, la tristeza y la necesidad, esperando recibir la atención que necesita. Este proceso interno del enfermo se creará por el poso de una frustración del pasado que le generó una depresión que quedó oculta y no pudo superar. Sus arterias emocionales se estrangulan constantemente porque un día su alma se inundó de angustia. Un goteo de tristeza enquistará sus órganos a través del tiempo con diferentes dolencias, hasta que en uno de ellos quede impresa una enfermedad real.
Otra forma de alimentar y tejer la tela de araña de su enfermedad emocional llegará de la mano de los medios de comunicación. De ellos recogerá la información de nuevos virus o enfermedades que él sabrá enlazar y cuyos síntomas descubrirá en sí mismo en menos de veinticuatro horas.
El cansancio y el abandono llevarán al lecho terminal a nuestro enfermo emocional, que habrá vivido acompañado de nuestra involuntaria incomprensión. Su objetivo habrá quedado así satisfecho demostrando al mundo que su enfermedad era real.
Cuando se es el compañero de un enfermo imaginario, el hecho de ignorar una vivencia o situación que le conduce a tener ese comportamiento fuera de lo normal, no nos exime para que nuestra curiosidad se manifieste y utilicemos la observación para averiguar y comprender.
Quiero lanzar una invitación a los sufridos pacientes pasivos de nuestro querido enfermo imaginario denominado hipocondríaco: Plantéese porqué esa persona siempre necesita sentirse mal. La impotencia al no encontrar la solución, provoca en ocasiones el desprecio hacia el enfermo diciéndole, por ejemplo, en más de una ocasión: - “Siempre estás con lo mismo, ya te lo ha dicho el médico que no tienes nada, son todo nervios”- Y debido a ese menosprecio, el paciente buscará nuevos síntomas que confirmen una nueva enfermedad. Y por supuesto, los encontrará.
Es bueno aprenderse a preguntar a uno mismo, y en este caso podríamos cuestionarnos lo siguiente: ¿Nos hemos puesto en algún momento en el pensamiento de ese familiar cuyo objetivo de vida es la enfermedad? ¿Por qué la persona siempre dice que le duele algo? ¿Por qué constantemente se está quejando? ¿Qué es lo que le tiene siempre preocupado? ¿Con qué no está conforme?. Deberíamos reflexionar sobre ello en lugar de quejarnos tanto como él, porque seguro que detrás de la depresión del enfermo, existe algo o alguien que un día clavó en su alma una espada de Damocles de la que no sabe cómo liberarse. Ese continuo sufrimiento no le ha permitido alcanzar la serenidad, al no poder reconstruir su mundo de protecciones. Y cada vez que siente el pellizco de aquel sufrimiento, en su alma se dispara un dispositivo que le obliga a buscar la respuesta en su salud, cuando lo que subyace es un dolor del pasado, que ya tenía que haber cicatrizado. Así, la soledad, el abandono, el cansancio y el abatimiento se convertirán en los compañeros de viaje de su alma herida, por lo que empezará a pedir auxilio a aquellos que ignoran su sufrimiento.
Muchos han sido los debates alrededor de la conocida y consolidada frase “El hombre y su circunstancia”. Estas palabras guardan entre sí una complicada y profunda relación, que la falta de reflexión permite que queden en la oscuridad.
Las consecuencias que se desencadenan en un momento crucial de la vida, en muchas ocasiones, crean importantes cambios en nuestra actitud, incapacitándonos para profundizar en la causa. Siempre esperamos que el tiempo nos aporte la madurez necesaria para comprender y superar todas aquellas pruebas que la vida nos exige para aprender a evolucionar, pero en ocasiones se precisa de alguien que nos ayude a comprender nuestras vivencias, y el mensaje que envía nuestra alma a nuestro ser consciente. Es decir: el remedio está en uno mismo. Si no es así, pasaremos a ser nuestros propios verdugos. Por ello el enfermo deberá tomar la decisión de cambiar, considerando que necesita tiempo y esfuerzo para solucionar aquello que le hizo convertirse en el centro de atención de la vida de los demás para sentirse valorado y recompensado. Pero, ¿por quién?
Cada vida es un mundo y cada persona un universo, y el hombre precisará para evolucionar, sentirse protegido por los puntales de su existencia, que estarán constituidos por aquellos seres que le aman, le protegen y le respetan, consolidando de esta manera los fundamentos de su ser y de su existencia.


miércoles, 14 de julio de 2010

EL DESPRENDIMIENTO EMOCIONAL Y LA CODEPENDENCIA


Lo primero que debemos definir al hablar del desprendimiento emocional, son los términos “atadura emocional” o “codependencia”.Decimos que existe atadura emocional cuando una persona se encuentra aferrada emocionalmente a cosas negativas o patológicas de alguien que lo rodea; sea esposo, hijo, pariente sanguíneo o político, compañero de trabajo, etc. Esta codependencia se manifiesta de dos maneras especialmente: un entrometimiento en las cosas ajenas que no le conciernen y, también, asumiendo las responsabilidades del otro individuo, lo que propicia un comportamiento irresponsable de su parte.Una de las primeras cosas que uno tiene que hacer cuando se va a curar de la codependencia es empezar el proceso del desprendimiento emocional. No se trata de distanciamiento físico, aunque en los casos de violencia extrema, hay que recurrir a él. Sino, más bien, de no aceptar conductas inadecuadas como: adicción a las drogas, agresividad extrema, actos de rebeldía y maltratos.Es muy doloroso cuando uno tiene que aconsejar a un padre el desprendimiento emocional de un hijo, y que este lo confunda con desamor, desinterés o ignorancia del problema. La mayoría de las veces, los padres reaccionan mal porque piensan que se les está indicando que dejen a un lado el dolor que la situación les produce. ¡No se trata de eso! Ningún terapeuta puede quitar el dolor a nadie; pero sí le puede quitar la necesidad obsesiva de intervenir, o de pretender tomar el control de una situación que se le ha salido de las manos.Las personas que están atadas emocionalmente a alguien se sienten responsables por cada una de las cosas que hagan o dejen de hacer los otros. Y piensan que pueden tener el control o pueden evitar que esa persona llegue a actos de irresponsabilidad como por ejemplo: drogarse o conducir en estado de ebriedad. El codependiente, entonces, se vuelve protector. Está siempre tratando de averiguar que pasará, dónde estará, con quien estará, que estará haciendo. Y deja de vivir su vida para vivir en función del otro. Esto afecta su entorno, sus relaciones sociales, familiares y laborales y, hasta su salud. Es un comportamiento patológico. Es una enfermedad.Entrar en el proceso de desprendimiento emocional es indispensable para mejorar la autoestima de cualquier paciente, pero es necesario también, que esa disposición nazca de sí mismo. ¿Por qué? Porque ninguna persona puede empezar a trabajar autoestima, ni puede cuidarse, ni menos quererse, si primero no hace un distanciamiento de la persona que la está agrediendo. Y por mucho que se preocupe, por mucho que sufra, no va a lograr nada. No hay madre o padre que por medio de amenazas, lloros o ruegos, logre que su hijo deje su adicción a las drogas o las malas compañías. Por eso hay que aprender a desprenderse totalmente.Una de las primeras cosas para empezar un desprendimiento emocional es tener conciencia de que uno está atado emocionalmente a alguien. Desprenderse emocionalmente es no entrar en el juego, no prestarse para ser abusado, ni de palabra, ni de obra. Desprendimiento no es falta de amor. Desprendimiento es: ya no puedo con esta situación, ya no tengo ningún control sobre ese hijo, sobre ese marido, sobre ese problema. Por más que he tratado de ayudarlo no he podido. Cuando no se pueden cambiar las cosas que suceden a su alrededor, es más sano empezar a mirarlas de otra forma. Al cambiar la percepción de las cosas, logrará que ellas no lo maltraten y sacará provecho de ellas. Eso es crecimiento. Es el momento de empezar a trabajar con uno mismo y la única forma de lograr el cambio de los demás. Un cambio de actitud hace que las personas que nos rodean se movilicen hacia un cambio también, para tratar de amoldarse a la nueva situación. Esto es sano.Si continúa atado emocionalmente, su vida se desbarata, porque tiende a vivirla desde la anormalidad del otro. Eso es precisamente codependencia. Y el tratamiento es el desprendimiento emocional.


Dra. María Gómez

¿QUÉ SUCEDE ANTE UNA SITUACIÓN DE CRISIS?


“El individuo enfrenta siempre situaciones que requieren la resolución activa de problemas, pero con una demora muy pequeña puede superarlas por medio de reacciones y mecanismos habituales”. El sujeto vive en constantes periodos de equilibrios, desequilibrios y reequilibración, que permiten la formación de una estructura relativamente coherente. En diferentes situaciones, aparecen fuerzas opuestas, generando un conflicto en esta estructura y llevando al individuo a un desequilibrio, que afecta su estructura previa, modificando su funcionamiento. En general, esta situación- problema, hace que el individuo despliegue una serie de mecanismos similares a los utilizados en experiencias anteriores, donde han resultado efectivos, ayudando a disminuir el grado de tensión provocado y llegando de esa forma a la reequilibración de la estructura dentro de un periodo de tiempo similar al de experiencias pasadas. Esto es lo que generalmente sucede en un proceso normal, pero en una situación de crisis, el estímulo es mayor y las fuerzas utilizadas en experiencias anteriores no son lo suficientemente efectivas como para reestablecer el equilibrio dentro del tiempo común. Un sujeto estalla en crisis cuando se enfrenta a un evento inesperado y su psiquismo no está preparado para dar una respuesta inmediata ante tal acontecimiento. Esto provoca un desequilibrio y una suba de tensión debido a la frustración que genera dicha situación, incrementando la inseguridad y asechando el mantenimiento de integridad del organismo. Las crisis pueden ser de dos tipos: vitales o accidentales. Las primeras están relacionadas con sucesos más previsibles, o con cuestiones evolutivas. Ejemplo de estas seria sucesos relacionados con embarazo y nacimiento, maternidad sin matrimonio, incursión por primera vez en el mundo laboral, el cambio de la escuela a la universidad, el periodo de la adolescencia, compromiso- matrimonio, duelos por mudanzas, jubilación, etc. Las crisis accidentales, en cambio, surgen a causa de un acontecimiento totalmente inesperado. El psiquismo se enfrenta a algo brusco, no previsto, que cambia la situación de vida actual. Ejemplo de estas pueden ser una importante enfermedad física, una catástrofe, la muerte inesperada de un ser querido, el cierre de una fábrica que deja a todos sus empleados en la calle, etc. “Toda crisis enfrenta con una decisión”, en donde el psiquismo se enfrenta a una cuestión básica; tolerar el cambio y lo que se ha perdido (ya que toda crisis involucra una pérdida), o rechazarlo y no tolerarlo. Diferentes objetos, como una institución, una pareja, o un grupo, funcionan como sostén de apoyo para el psiquismo. La situación de crisis puede hacer perder alguno de estos pilares, y la cuestión está en descubrir si el psiquismo del sujeto estaba apoyado sobre uno solo de estos pilares o se encontraba repartido entre otros soportes. En algunos sujetos, puede manifestarse bajo ciertos síntomas como sentimiento de inseguridad, perdida de autoestima, desvaloración, inferioridad y la presencia de ansiedades persecutorias, entre otras. La crisis desintegra el presente, evocando también algo del pasado, y repercutiendo en las fantasías sobre el futuro. Los dos caminos que se ponen en marcha en un principio en una crisis, son angustia y depresión. Desde una mirada global podría pensarse que los sujetos “menos perjudicados”, son aquellos que cuentan con una familia, amigos, trabajo, o algo que funcione como marco de contención, que les permita por algún momento relajarse un poco con respecto a la situación problemática que viven. Un punto importante a tener en cuenta, es que las crisis pueden ser tanto riesgo como oportunidad. Es decir que pueden crear una situación de progreso en donde el individuo pone en marcha nuevos mecanismos y llega a una superación propia y un nuevo estado de equilibrio, donde la crisis ha servido como una situación de aprendizaje. Con respecto a esto, es importante aludir a la función del terapeuta en este tipo de situaciones, donde hay que tener en cuenta que la problemática a desarrollar tiene un carácter por lo general urgencia, por lo que se debe focalizar en primer lugar en los aspectos vitales del individuo y brindar una asistencia de contención y un acompañamiento receptivo, creando en primer lugar un “nosotros”, donde el sujeto pueda sentirse que no está solo para hacer frente a la crisis, favoreciendo así a las funciones relacionadas con las capacidades yoicas de discriminación y organización. De esta manera ayudará al sujeto a saber que no todo está perdido, que puede reconstruir su situación y que de alguna manera su vida puede comenzar a reorganizarse nuevamente.


Lic. Jésica Mosca

lunes, 5 de julio de 2010

EL SÍNDROME DE PETER PAN


El Síndrome de Peter Pan hace referencia a los adultos que continúan comportándose como niños o adolescentes y no son capaces de tomar la responsabilidad de sus actos. Serían personas que se niegan a crecer presentando una marcada inmadurez emocional matizada por una fuerte inseguridad y un gran temor a no ser queridos y aceptados.
Como podrán presuponer el nombre proviene del conocido personaje de la literatura infantil creado por James Matews Barrie. No obstante, la primera vez que se relacionó el nombre de Peter Pan con un problema emocional fue en el año 1966, cuando el psiquiatra Eric Berne lo utilizó para indicar al niño que todo adulto lleva dentro y que sólo se preocupa por satisfacer sus propias necesidades. Posteriormente, en el año 1983, el psicólogo Dan Kiley fue el responsable de acuñar y popularizar lo que hoy se conoce como "Síndrome de Peter Pan".
¿Cuáles son sus síntomas principales?
Aunque los adultos han llegado a la treintena o incluso rondan la cuarentena de años continúan comportándose como niños pequeños. Usualmente estas personas parecen ser seguras de sí mismas e incluso arrogantes; sin embargo, esto es solo una coraza para ocultar sus verdaderas inseguridades e indecisiones. Estas personas se esconden detrás de excusas o mentiras en aras de disimular su incapacidad para crecer; suelen hablar de fantásticos proyectos, negocios increíbles, grandes aventuras amorosas… Estas fantasías (mayormente imposibles de cumplir) les permiten eludir sus responsabilidades y poder culpabilizar a los otros de las cosas negativas que les ocurren.
Además, podemos enlistar otra serie de “síntomas”:
- Se siente altamente seducido por la juventud, etapa que suele tener idealizada intentando negar su madurez.
- Miedo a la soledad.
- Altamente inseguro y con baja autoestima.
- Su actitud se centra en recibir, pedir y criticar pero no se molesta en dar o hacer. Esto hace que viva centrado en sí mismo y en sus problemáticas sin preocuparse demasiado por lo que le sucede a las personas a su alrededor.
- Considera que el compromiso es un obstáculo para su libertad.
- No adopta la responsabilidad por sus actos mientras que los otros deben hacerlo por él.
- Se siente permanentemente insatisfecho con lo que tiene pero no toma iniciativas para intentar solucionar su situación. En palabras sencillas diríamos que es una persona que lo quiere todo pero no desea esforzarse para lograrlo.
Generalmente estas dificultades tienen su origen en la niñez, cuando el pequeño experimentó una carencia afectiva (objetiva o subjetiva). Al crecer, estas personas continúan sintiéndose desprotegidas y angustiadas frente a lo desconocido.
Por supuesto, todo esto hace el afectado por el Síndrome de Peter Pan, necesite a su lado a otra persona que satisfaga sus necesidades; muchas veces este rol es encarnado por los progenitores, un hermano mayor o la pareja. Vale aclarar que este Síndrome es más frecuente entre los hombres y generalmente las personas desconocen que lo padecen hasta que alguna situación crítica les hace revalorar su forma de comportarse y enfrentar el mundo. Estas personas se sienten incomprendidas y, como culpan a los demás de todo lo que les sucede, resulta particularmente difícil que concienticen su problemática.
La vía más certera para ayudarlos a crecer es permitirles que enfrenten su realidad y asuman las consecuencias de sus comportamientos y decisiones. Ante sus quejas y lamentos debe motivárseles a que tomen iniciativas proactivas para cambiar la situación y no asumir en su lugar la responsabilidad por el cambio.
Sin lugar a dudas, todos tenemos un pequeño Peter Pan dentro y pretender erradicarlo totalmente sería algo bastante demencial; pero éste lado infantil no puede impedirnos crecer, asumir la responsabilidad por nuestras decisiones y continuar el camino hacia la adultez.


Fuentes:
Fernández, J. (2009) El complejo de Peter Pan. Sexpol; 88: 4-6.
Redonet, M. (1985) El complejo de Peter Pan. España: Ediciones Palabra.
Kiley, D. (1983) The Peter Pan Syndrome: Men Who Have Never Grown Up. Londres: Corgi Books.

jueves, 1 de julio de 2010

LA SOMBRA Y EL SÍNTOMA

El yo (ego) se va formando a partir de una serie de decisiones. Cuando un yo se define a sí mismo lo hace a través de una identificación con ciertas características: "soy arquitecto, casado, trabajador, inteligente, ecologista, hincha de Boca, etc.". Cada una de esas cualidades asumidas es fruto de una decisión tomada en algún momento de la vida entre, al menos, dos posibilidades. De este modo, la identidad "soy sereno y pensante" excluye la posibilidad "soy irritable e impulsivo".Siguiendo los lineamientos teorizados por Carl Gustav Jung, todas aquellas cualidades que no queremos albergar en nuestra identidad conforman nuestra "sombra". La sombra sería una especie de suma o conjunto de todas las cualidades que el yo no acepta o no reconoce en sí mismo.Es razonable pensar que el mostrarse sereno en muchos momentos de la vida no implica que esa persona no se irrite en otros. Pero el yo (ego) no siempre es tan razonable. Y así es que se identifica con el atributo de la "serenidad" y expulsa hacia fuera la cualidad "irritable".Cuando el yo se encuentra con un otro que ejercita la cualidad expulsada suele invadirlo cierta angustia y desprecio. Este otro viene a reflejar esa característica que el ego no quiere reconocer como propia.Según los médicos Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke, los síntomas son partes de nuestra sombra que se nos manifiestan en el cuerpo. La sombra psicológica se introduce en la materia; se corporaliza, a través del síntoma.El síntoma, pensado de este modo, es integrador; nos impone enfrentarnos con cierta realidad que no queremos ver. Ante un síntoma corporal el ego se ve forzado a aceptar la particularidad rechazada. Lo que negamos en nosotros mismos (nuestra sombra) se nos presenta una y otra vez de diversos modos; a través de otras personas en quienes vemos proyectada nuestra sombra o, también, mediante síntomas somáticos.La mayoría de las personas suelen presentar resistencia a hablar con franqueza de sus problemas más privados; en cambio, el síntoma delata, revela, sincera. El síntoma devuelve aquella característica de la que el ego quiso desentenderse. La enfermedad vuelve sinceras a las personas. Las vuelve sinceras contra su voluntad; o al menos, contra la voluntad del ego. La enfermedad desenmascara al ego; desinfla su soberbia, lo despoja de su ilusión de entereza. Personalmente entiendo que esta teoría del síntoma y la sombra es aplicable en muchos casos, aunque no permita explicar todas las enfermedades. Casos como los de niños enfermos, por ejemplo, parecen quedar al margen de este tipo de exposición. Una leucemia precoz no podría ser explicada jamás como un retorno de la sombra.Pero la evidencia de que el postulado de los doctores Dethlefsen y Dahlke no sea válido para todos los casos no tiene por qué invalidarlo. No por ello deja de ser un abordaje legítimo en algunas personas y en algunas circunstancias. Por ello, sigamos adelante.En el libro "La enfermedad como camino" estos autores ejemplifican, a través de analizar las dolencias físicas más comunes, la posibilidad que nos dan los síntomas de descubrirnos a nosotros mismos.Tomemos, por ejemplo, el tema de las alergias.Sabemos que el organismo tiene un complejo sistema de defensa para garantizar su supervivencia. En este sistema juegan un papel importante los anticuerpos, que, cual soldados, defienden al organismo ante los ataques de agentes externos nocivos (antígenos). En las personas alérgicas, este sistema de defensa funciona exageradamente. El sistema defensivo del alérgico agranda la lista de enemigos reaccionando a la presencia de sustancias externas aún cuando estas no representan peligro alguno. Es así como el organismo entra en guerra contra cosas inofensivas como el polen de las flores, el pelo de los animales, el polvo, etc.Si al mencionar los mecanismos de defensa del organismo he hablado de guerra y de soldados es, indudablemente, porque todo esto tiene mucho que ver con la agresividad. Ahora bien, no existe ningún fundamento físico ni biológico para considerar al polen como nocivo para el ser humano. Entonces por qué entablar combate contra una sustancia inocua. ¿Cómo se origina este error del sistema inmunológico? Dethlefsen y Dahlke afirman que "la alergia es expresión de una actitud defensiva y agresiva que ha sido reprimida y obligada a pasar al cuerpo. El alérgico tiene problemas de agresividad que, en la mayoría de los casos, no reconoce y, por lo tanto, no puede asumir." La agresividad que se ve impedida de asomar en la conciencia termina expresándose en la alergia. Y la agresión se halla íntimamente ligada al miedo. Generalmente se ataca aquello a lo cual se teme.Dethlefsen y Dahlke analizan los alergenos más comunes y establecen algunas analogías. Uno de los principales alergenos es el pelo de los animales domésticos (principalmente de los gatos). "Al pelo de los gatos (y a cualquier pelo) suelen asociarse las caricias y los arrumacos: es fino, sedoso, blando, y, no obstante, <>. Es un símbolo del amor y tiene una connotación sexual (veánse los animales de felpa que los niños se llevan a la cama)."El polen de las flores también puede ser tomado como símbolo de la fertilidad y la procreación. Estos elementos actuando como alergenos parecerían revelar la ansiedad que producen ciertos temas como el amor, la sexualidad y la procreación.De modo similar, el polvo (otro alérgeno frecuente) y la suciedad son fácilmente asociables con elementos negativos. El lenguaje cotidiano es revelador con expresiones como "sacar los trapitos sucios" de la asociación que se suele hacer entre la mugre y los aspectos rechazados de nuestra personalidad; es decir, la sombra jungiana.Conocí a una señora que era la esposa del intendente de un pequeñísimo pueblo de la provincia. Sufría de alergia y decía que la culpa era de los plátanos. Valiéndose de su condición de "primera dama" del pueblo mandó talar todos los plátanos del lugar. Luego de semejante masacre confió en haber solucionado su problema. Al poco tiempo, comenzó a tener nuevamente síntomas de alergia. Esta vez creyó ver en el gato de su hija al temible enemigo. Pese a los ruegos de la niña, se deshizo del gato. Igualmente, sus síntomas persisten. Ella dice que "hay demasiados gatos en el pueblo".Según este enfoque, el alérgico únicamente podrá curarse "cuando aprenda a enfrentar concientemente todo aquello que evita y rechaza, y asimilarlo en su conciencia". La solución, entonces, consiste en atender a la sombra e integrarla. Es como el viejo juego infantil del Don Pirulero: cada cual atiende su juego; y el que no, una alergia tendrá.


Autor : Fernando Correa

LOS LÍMITES


Los límites no constituyen solamente exigencias saludables para los niños y los jóvenes, sino que también representan la medida de la moderación para los adultos.
La libertad es la máxima aspiración para un ser humano, no así el libertinaje, que significa hacer lo que quiero, cuando quiero y como quiero, ignorando la existencia del otro, que tiene el mismo derecho a gozar de su propia libertad.
Muchos jóvenes viven una libertad sin límites, a veces arriesgando sus propias vidas y las de los demás, para probarse a sí mismos y autoafirmarse como personas únicas y diferentes, pero en forma peligrosa e inapropiada.
Ensayan hasta dónde pueden llegar y se empeñan en tropezar con la misma piedra, porque necesitan auto valorarse y saber que son capaces de superar a otros.
Los modelos que la sociedad ofrece a la juventud se basan en la competencia y no en el despliegue de las capacidades que tiene cada uno, de manera que muchos jóvenes se centran en forjar su destino sin tener en cuenta la importancia de su aporte individual.
Los animales también tienen límites en sus vidas de relación en grupo y los líderes naturales son los que se encargan de hacerlos respetar, pero ellos viven en un mundo cerrado, atados a los instintos.
El deseo humano de transgredir las reglas es necesario y natural, porque si no fuera así no habría cambios ni creatividad. Sin embargo, los cambios no son aceptados de inmediato por la sociedad, que necesita asegurarse de su eficacia para adoptarlos, por lo que es necesario tener la suficiente tenacidad y perseverancia para lograrlos.
Una vida sin límites, lejos de ser gratificante, produce mucha frustración y termina siendo autodestructiva.
La vida cotidiana nos exige el respeto de los límites en todos los ámbitos de nuestra actividad. No es bueno para nadie trabajar en exceso, descansar demasiado, comer de más, excederse en la práctica de deportes o exigirle al cuerpo más de lo que puede hacer.
El respeto a los límites es el arte de la moderación tan difícil de lograr y que no todos son capaces de practicar. Muchos comen y beben en exceso, se convierten en adictos al trabajo, al deporte o al sexo; dedican sus vidas a intentar saltar más alto, correr más ligero, levantar más peso, ser más atléticos, más flacos, más jóvenes, exigiéndose a sí mismos en forma exagerada y realizando verdaderas proezas con sus cuerpos.
El hombre que aprende el arte de la moderación puede permitirse ser más feliz y tener más alta la autoestima, porque se puede aceptar como es, no necesita exigirse ser quien no es, ni sufrir privaciones, ni hacer más de lo que puede sin respetar su cuerpo; y puede darse cuenta, que sólo aceptando sus límites los puede trascender.
Un ciego tiene que aceptar su ceguera para poder aprender a hacer todo sin ver, si no la acepta, además de ciego se convierte en un discapacitado total.
Se aprende a respetar los límites en la niñez; pero cuando la crianza ha sido permisiva sin esa oportunidad, se favorece la formación de un carácter débil, orientado hacia la persecución del placer, con tendencia a transgredir reglas sociales y a no tener respeto por los demás.
Los límites nos permiten construir una estructura de personalidad firme, ser dueños de nosotros mismos y nuestros propios jueces, capaces de organizar nuestras vidas en función a un proyecto, y de tomar decisiones coherentes y responsables.
Respetar los límites nos hace más confiables, más seguros de nosotros mismos y más dignos de respeto.
Lo único que no debe tener límites es la imaginación y la libertad de pensamiento.