lunes, 30 de agosto de 2010

ACTOS FALLIDOS


Un acto fallido puede entenderse como un desliz o una falta, que casi siempre en el contexto en que se practica posee una importancia aparentemente insignificante, pero con un origen profundamente oculto en una cadena de ideas previas que pueden conducir al inconsciente del individuo, revelando de un modo muy sutil algunos de sus entendimientos, disimulados y deformados a veces, tanto por la mente inconsciente como por la consciencia de la persona que consuma el acto fallido.
Según el Diccionario de Jean Laplanche y Jean Bertrand Pontalis: “Acto en el cual no se obtiene el resultado explícitamente perseguido, sino que se encuentra reemplazado por otro. Se habla de actos fallidos no para designar el conjunto de los errores de la palabra, de la memoria y de la acción, sino aludiendo a aquellas conductas que el Individuo habitualmente es capaz de realizar con éxito, y cuyo fracaso tiende a atribuir a la falta de atención o al azar. Freud demostró que los actos fallidos son, como los síntomas, formaciones de compromiso entre la intención consciente del sujeto y lo reprimido.”
Para comprender el mecanismo de los actos fallidos debe entenderse algo de suma importancia. Los pensamientos que acuden a nuestra mente no surgen al azar, sino que poseen una causa, sirviendo a su vez como causa de otros pensamientos. En este sentido podemos decir, que incluso en la caja mágica de nuestra psiquis obra la ley de causalidad, no hay efecto sin causa, no hay causa sin efecto. Nadie puede invocar en su mente pensamientos al azar, pues estos poseen siempre un origen o causa bien definida. Podemos entender nuestras ideas como una inmensa cadena donde cada eslabón (pensamiento) es origen de otro. Vale aclarar también que los sentidos tienen gran influencia sobre esta cadena de pensamientos y muchas veces cuando pensamos haber sido sorprendidos por una palabra o idea al azar, luego confirmamos que ha llegado a nuestra mente a través de uno de nuestros sentidos, ya sea directamente por insinuación visual o como un estímulo auditivo, invocando una idea latente en la mente pre consciente. Del mismo modo queda sentado, que cualquier pensamiento, idea o acto, posee una causa bien definida en nuestra psiquis, que a su vez, ha sido originada por otro eslabón de la cadena, hasta llegar al estímulo que ha actuado sobre nuestros sentidos desde el mundo exterior.
Freud distingue distintos tipos de actos fallidos.

Verbales: Pueden darse en varias circunstancias. Cuando se dice lo contrario a lo que quiere transmitirse, por ejemplo, el Presidente de la Cámara de Diputados que dijo: “Compruebo la presencia en el recinto de un número suficiente de señores diputados, y por tanto declaro cerrada la sesión”, cuando realmente la intención era abrir la sesión, de lo que interpretamos fácilmente que el plan del individuo era terminar brevemente aquella reunión. Otro acto fallido verbal se produce cuando se condensan las ideas. Por ejemplo, un profesor de anatomía pregunta a sus alumnos si han comprendido la clase, al obtener una respuesta positiva de todos, comenta -“Las personas que entienden de estos temas pueden contarse en esta ciudad con un dedo... perdón, con los dedos de una mano”-. Por último están los actos fallidos verbales donde se mezclan dos ideas en una misma palabra quedando esta deformada.

De lectura: Ocurren durante la lectura, comúnmente se atribuyen al cansancio y el agotamiento. Suele cambiarse una palabra por otra, puede ser la causa la similitud fonética, o puede tratarse de una idea que preocupaba el lector antes de abordar la lectura, encontrando expresión en la sustitución de una palabra que le resultara poco importante por otra que simbolizara sus cavilaciones.

Auditivos: Se experimentan cuando se escucha algo distinto a lo que se ha dicho sin que exista afección en el sentido del oído.

Olvido de intenciones: Se manifiesta cuando alguien olvida alguna intención o cita. La tendencia perturbadora en este caso es siempre contraria a la perturbada. Un ejemplo podría ser una persona que olvidara habernos invitado a cenar en su casa. En este caso podría considerarse que el anfitrión no tenía muchos deseos de recibirnos, pero hay que ser muy cuidadosos al juzgar en estos casos, ya que podría deberse a la invocación en el anfitrión del recuerdo de una situación vivida ajena a nosotros mismos.

Olvido de nombres y de palabras: Algunas palabras pueden quedar excluidas de la memoria debido a su vinculación con ideas desagradables o situaciones displacenteras. Como ejemplo cito el caso de la mujer que olvida el nombre del novio cuando intenta presentarlo ante una amiga. Aclaro que en estos casos el olvido suele ser ocasional, como si la palabra se hubiera borrado de nuestra mente inexplicablemente por unos minutos.

Olvido de hechos y situaciones: Esto funciona como un mecanismo de defensa. Algunas experiencias por traumáticas o desagradables, son borradas de la memoria.

Pérdida de objetos: Se experimenta cuando alguien pierde un objeto proveniente de una persona que invoca algún sentimiento displacentero en el individuo. Un ejemplo evidente es la mujer recién casada que pierde el anillo de bodas.

Intenciones trastocadas: Es una mala jugada que nos juega el inconsciente para complacer nuestros reales deseos de alguna manera. Un ejemplo es la persona que debe enviar una carta pero no desea hacerlo, cuando se decide olvida escribir el destinatario o ponerle el sello.

sábado, 14 de agosto de 2010

LA DISTORSIÓN DE LA REALIDAD


En nuestra vida cotidiana todos tenemos múltiples distorsiones de la percepción. Digamos que es del todo natural que una determinada música nos “transporte” a otra época, o el olor de un perfume nos ponga en “contacto” con la persona amada, o el sabor de un alimento nos recuerde a la comida que hacía nuestra abuela, etc.
La “distorsión de la percepción” a modo de “flash back” es la causa directa de lo que nos ocurre a veces con las personas. Podemos llegar a un sitio y sin intercambiar ninguna palabra, tal o cual persona nos cae bien o mal. En la vida cotidiana a ese fenómeno le solemos llamar química o buenas vibraciones.
En realidad nunca hay un primer encuentro, todos son encuentros en el inconsciente. Resulta que la forma de mirar de esa persona, su tono de voz, el color de sus ojos o lo que sea (percepción actual), nos pone en contacto de forma inconsciente, con alguna figura significativa de nuestra vida: puede ser que esa persona me caiga bien porque tiene la misma mirada que mi madre, pero a otra no la aguanto porque tiene unos gestos idénticos a los de un severo profesor que tuve en la infancia (percepción del pasado).
La carga afectiva de la percepción del pasado se ha deslizado a la percepción actual, modificándola y configurando nuestras fobias y nuestras filias.
Todos somos “sensibles” a determinados temas. Si por ejemplo, se han tenido problemas no resueltos con la primera autoridad (la figura paterna), cualquier estímulo que se perciba como autoritario, despertará en nosotros una profunda ira. Ira que será desproporcionada en relación al momento presente.
Pues bien, en el seno de una psicoterapia, estas distorsiones llegan a tener la categoría de verdaderos trastornos de la percepción, porque la carga patológica y de sufrimiento que conllevan, es de altísima intensidad para los pacientes.
Imaginemos que hemos sufrido hace unos años, un accidente de coche muy aparatoso con vuelco incluido y que lo que más recordamos de él, es el fuerte olor a gasolina y el pánico que sentíamos al imaginar el posible incendio del vehículo.
Ahora trasladémonos al presente. Imaginemos que vamos con un amigo en su coche y empezamos a percibir un fuerte olor a gasolina. No importa por donde circulemos y a la velocidad que lo hagamos, porque de pronto, por un trastorno de la percepción, empezaremos a sentir una gran angustia que no podremos controlar.
Que nos ha pasado? Pues que el trauma que permanecía oculto y silente (reprimido) en las profundidades de nuestro psiquismo, ha sido activado por una percepción actual (el olor a gasolina), que a modo de estímulo gatillo ha “disparado” el afecto reprimido (la angustia), con la consiguiente sintomatología: sudoración, opresión en el pecho, miedo, etc.
A continuación voy a relatar la experiencia traumática de un paciente, donde se ilustra de forma clara todo lo anterior:
Se trata de un hombre de 38 años al que llamaré Andrés. Era muy educado y sensible. Trabajaba como alto ejecutivo en una famosa multinacional. Era hijo único y vivía con su madre. Sus padres se separaron cuando él tenía 11 años.
En el transcurso de su psicoterapia, me contó una anécdota que le había sucedido en un vuelo trasatlántico y que le avergonzaba sobremanera. Gracias a esa información y al trabajo posterior, pudimos profundizar y resolver su relación familiar.
Me conto que mientras volaba en clase preferente rumbo a América, se le ocurrió pedirle a una azafata, unos canapés. La azafata era una mujer de unos 50 años y de aspecto bonachón. Esta, le contesto de manera extremadamente amable y sumisa que no quedaban canapés. Para su asombro, se vio exigiéndole en mal tono, que fuera a cerciorarse si quedaba alguno. La azafata, visiblemente nerviosa y azorada, le comunico de nuevo que se habían agotado, ofreciéndole a cambio cualquier otra cosa que pudiera desear.
Yo sin saber porque - refirió Andrés- me irrite de pronto y empecé a subir el tono de voz
La conducta sumisa y llorosa de esa mujer, en vez de pena, me provocaba cada vez una ira más incontrolable. Sentí, para mi vergüenza, hasta cierto placer en perder los nervios y al final ya medio histérico, le exigí una hoja de reclamaciones.
Una vez en el hotel- prosiguió Andrés- recuerdo que no pegue ojo en toda la noche. Estaba muy avergonzado y confuso por todo el episodio. No me reconocía en mi conducta y sentía una gran pena por lo mal que se lo había hecho pasar a esa buena mujer.
¿Qué pudo pasar por la cabeza de mi paciente? En realidad, como comprobamos en la terapia, Andrés sufrió un “trastorno de la percepción”, en el sentido de que la conducta sumisa de la azafata (percepción actual), le conectó con actitudes y maneras sumisas que había visto y sufrido frente a su propia madre (percepción del pasado). Andrés tenía una madre “tan buena” que nunca se pudo enfrentar a ella y todos los resentimientos los tuvo que reprimir en su inconsciente.
En el aquí y ahora del avión, la conducta “maternal” de la azafata, actuó como un detonante, “sacando” de forma violenta toda la rabia reprimida hacia la madre pero actuada sobre la azafata de manera inconsciente.
Ese episodio catártico, junto con el trabajo terapéutico de interpretación y elaboración del conflicto ambivalente (amor/odio) hacia la madre, sirvió para normalizar la relación con ella. Andrés comprendió y aceptó la rabia largamente reprimida, liberándose de esa manera del conflicto psíquico que sufría desde hacía muchos años.
Es muy posible que a alguno, este relato, le parezca un argumento más o menos retorcido de psiquiatra, pero os aseguro que la realidad siempre supera a la ficción.
Es probable que a partir de ahora, podías empezar a entender un poco más, las fobias y filias que sentimos por determinadas personas. Unos se ponen de los nervios con los niños, algunos veneran a los ancianos, otros no pueden con los pedantes y algunos se suicidarían cuando aparece un grupo de adolescentes.



Eduardo Cabau

miércoles, 11 de agosto de 2010

MITOMANÍA


La mitomanía es el trastorno psicológico caracterizado por mentir de forma compulsiva y patológica. Se falsea la realidad para hacerla más soportable
Cuando mentir se convierte en un hábito, cuando mentir es la única forma de relacionarnos con los demás, hablamos de mitomanía. En la mitomanía quien la sufre puede tener un carácter con rasgos paranoides. Desfigura la idea que tienes sobre si mismo y la magnifica como en un delirio de grandeza u oculta datos con mentiras. Se diseña una historia y se la cree.
Es un impulso irrefrenable de mentir, no es en sí una enfermedad (aunque hay profesionales de la salud mental que ya la consideran una enfermedad) pero si es un síntoma de que esa persona psicológicamente no está bien.
Los especialistas comentan que el mitómano tiene una tendencia patológica a deformar la realidad.
Se miente pensando se ganará prestigio, se mejorará la imagen que los demás tienen de él.
Se puede mentir para manipular a las personas o por hacer daño.
No es algo inofensivo. Tiene efectos negativos sobre quien la padece y sobre quienes la sufren.
El mitómano comienza a perder credibilidad entre su entorno.
El mitómano pasa inadvertido mientras no hablas con él/ella. Una vez estableces una relación comienzan sus mentiras y al final son tantas que acaba siendo desenmascarado. Por ejemplo el caso de Enrique. Solía presumir ante sus amigos y compañeros de trabajo de sus viajes en Europa. Hablaba de los hoteles donde se había alojado, los restaurantes que conocía, el menú que pedía en estos lugares. Estocolmo, París Madrid eran ciudades de su itinerario. Describía todo de forma precisa con muchos detallas de tal forma que todos le creía, hasta que un día fue descubierto. Por temas de trabajo debía ir a Estados Unidos en viaje de negocios, resultó que no solo no tenía pasaporte para viajar a Estados Unidos, sino que no había salido de los limites de su región.
La mitomanía no es inofensiva. Al contrario, tiene una serie de efectos en distinto nivel. En el plano social, el mitómano comienza a perder credibilidad y se lo categoriza como el “cuenta cuentos”. A nivel familiar, es visto como una persona poco confiable y desde el punto de vista de las amistades, éstas tienden a alejarse o bien la persona termina apartada del grupo.
El peor escenario es cuando la mitomanía afecta a terceras personas. Esto ocurre cuando la “manía” de mentir está presente en personalidades antisociales, principalmente en estafadores. En ellos, el “modus operandi” del delito es el engaño para conseguir dinero o bienes. Hay casos emblemáticos y el falso Rockefeller es uno de los más famosos del mundo. El falso Rockefeller, Chirstophe Rocauncourt se hizo famoso y perseguido en Estados Unidos. Se hacia pasar por un pariente del productor italiano Dino De Laurentis, otras veces decía era nieto de Sofía Loren, o un miembro de la familia Rockefeller. Fue detenido en el Logró codearse en los círculos sociales más elitistas de Nueva York, Hollywood y Miami. Una vez había establecido contactos, estafó y embauco hasta acumular millones. Entre 2000 por la Policía pero escapo y 10 años más tarde finalmente fue detenido por la policía de Canadá por numerosas estafas cometidas en Vancouver. En la actualidad continúa en prisión.



Fuente:. revistanos.cl

FOBIA ESCOLAR


La fobia escolar o el rechazo al colegio que es como prefieren llamarle los expertos, se aplica cuando un niño desarrolla ansiedad por tener que ir al colegio. El niño puede manifestar síntomas somáticos como dolor de estómago, nauseas o mareos. Algunos autores creen que la fobia escolar es una característica de otro trastorno que se da en la infancia, el trastorno de separación o TAS.
En el trastorno de Separación que se da sobre todo en niños de 1 a 6 años puede haber rechazo a ir al colegio pero sobre todo por el miedo a separase de los padres no por implícitamente por algo sucedido en la escuela.
La fobia escolar se distingue del trastorno de separación. En la fobia escolar hay un temor específico relacionado con el colegio, compañeros, profesores. En el trastorno de separación el temor es por separarse del entorno, la casa, los padres y enfrentarse a otro entorno desconocido.
En algunos casos el TAS o trastorno de ansiedad de separación conlleva la fobia escolar. Aunque algunos autores han considerado a la fobia escolar como una manifestación del TAS, se puede temer y evitar la escuela por motivos diferentes al de la ansiedad por separación, tal como es el caso de muchos niños con rechazo escolar. La fobia escolar también es muy frecuente en niños con trastorno de ansiedad excesiva (generalizada), trastorno por evitación (fobia social), trastorno obsesivo-compulsivo o depresión.
Un niño puede tener fobia escolar, rechazo profundo de ir al colegio ansiedad anticipatoria, estando nervioso días antes de tener que ir al colegio. La fobia escolar se refiere a la negativa prolongada de ir al colegio, por algún tipo de causa emocional relacionada con el colegio.
Porque, ha tenido algún problema con algunos compañeros (ser víctima de burlas, acoso, o violencia por parte de sus compañeros). Si percibes que tu hijo no quiere ir al colegio trata de averiguar si le ha sucedido algo con sus compañeros. Habla con sus amigos, el profesor o tutor.
También puede haber tenido algún problema con algún profesor o profesores. Esta situación produce ausencias prolongadas al colegio.
Permanecer en casa con el conocimiento de los padres cuando se debería estar en el colegio.
Ausencia de características antisociales como mentiras, robos, conducta sexual inadecuada, vandalismo, vagabundear.

La edad de comienzo si bien se puede dar en todas las edades hay picos de edades más comunes como:
*Entre los 3-4 años
*Entre los 5-6 años
*Entre los 11-12 años
*Entre los 13-14 años

Estas edades coinciden con los cambios de ciclos, de preescolar a la educación básica, o al Instituto etc. En niños pequeños el comienzo suele ser más repentino. En adolescentes el desarrollo del rechazo al colegio es más gradual y también más grave.
Cuanto más tarde o más gradualmente comienza el la fobia social o rechazo al colegio peor es el pronostico.
En niños pequeños tal vez no den razón alguna por el rechazo, simplemente o quieren ir a colegio
En niños más mayores puede empezar por quejas vagas, “el profesor es antipático, los niños me pegan”. Se desarrolla una actitud de retraimiento y desgana por ir al colegio.
La negativa a ir al colegio está acompañada de ansiedad incluso síntomas físico como:
*Nauseas
*Dolor de cabeza
*Diarrea
*Dolor abdominal
*Dolor de garganta
*Rechazo al profesor o a la situación temida.


Fuente: revistanos.cl